ME GUSTA
Hace 8 meses que nació Amaia, y en este tiempo hay una cosa que me hace mucha gracia y en la que los dos nos parecemos en un grado superlativo.
Cuando nos entra el hambre, no conocemos a nadie. Odiamos el mundo porque lo único que queremos hacer es comer. Son momentos en los que no estamos para bromas. Si hay apetito lo que queremos tener delante es comida. Luego hablaremos, pero hasta entonces....mejor que nadie nos dirija la palabra y nos traiga algo para mover los dientes (2 en el caso de Amaia y alguno más en el mio).
Cuando a esa personita que vive en casa le llega la hora de comer, cambia sus habituales sonrisas, por berreos, lloros y sonidos guturales dignos del mismísimo Hulk. Si no fuera porque es pequeñita...daría miedo. ¡Que forma de vocear!
En mi caso como soy adulto y esta mal visto que grite y llore por tener hambre...solo grito (¡mucho mejor, donde va a a parar!).
NO ME GUSTA
Una vez saciado el apetito, Amaia vuelve a su ser natural que es la de una persona feliz y encantadora. Yo, al igual que ella, también vuelvo a mi ser natural que es el de una persona cascarrabias y quejicosa.
Se que en mi caso la diferencia entre el tener hambre y el no tenerla no se aprecia...pero existe.
Espero que la pobre Amaia acabe hay con sus parecidos, por que entre los que puede elegir destacan, una nariz descomunal, ser impaciente, algo hipocondríaca...y un poco friki. ¡Pobre hija!
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